POR CONSUELO GONZÁLEZ DEL CASTILLO
ESCRITORA
Abrazos, árboles, luces de colores, regalos, comida, algarabía, villancicos y mucho más, es lo que la mayoría de nosotros, cristianos o no, disfrutamos en las épocas decembrinas.
Sabemos que ahora la Nochebuena tendrá que ser diferente, así lo recomienda el protocolo de sanidad pues la pandemia no solo aún no termina, sino que todavía estamos en situación delicada, debido al elevado número de contagios y muertes por COVID-19. “Es mejor que no haya festejos familiares, guarden el evento para el próximo diciembre”, nos dicen.
Nos cuesta creer que ya nos alcanzó el fin de año y todavía nos encontramos en circunstancias adversas. Sin embargo, todos estos meses de confinamiento y de desesperanza nos habrán servido para vivir las fiestas desde una dimensión espiritual dejando a un lado lo superfluo.
Pero, ¿qué es la Navidad? ¿Cómo la he vivido en años anteriores? ¿Cómo la pienso vivir ahora? …Vale la pena darles respuesta a estas preguntas.
Alguna vez leí que la Navidad es una fiesta única que nos debe llenar de gran alegría, pero no como un acontecimiento social o particular porque le concierne a toda la Creación. El niñito Jesús, nació para todos.
De ahí la importancia de que no solo dispongamos de los adornos navideños, reuniones familiares con posadas y cenas, sino también nuestro corazón para que ahora más que nunca le demos el justo sentido.
En esta Nochebuena habrá muchos hogares con sillas vacías, otros estarán fortalecidos por la esperanza de que sus seres queridos regresen a casa sanos y salvos, también muchos trabajadores de la salud se quedarán en los hospitales a cuidar enfermos y no podrán abrazar a sus familias.
Vivir el adviento, que quiere decir “venida”, nos puede ayudar a prepararnos para navegar en nuestro interior y encontrar la mejor forma de pasar estos días de espera.
Justo ahora, cuatro domingos antes del 25 de diciembre, es tiempo para la reflexión. Perdonar, soltar el egoísmo y el resentimiento, limpiar y pulir nuestro interior de manera consciente. Repetirnos en voz alta nuestros propósitos, animar a los niños a tener detalles de amor con sus semejantes, proteger a nuestros adultos mayores, pero sobre todo cuidarnos y orar unos por otros para superar estos difíciles tiempos.
Así podemos estar seguros de que ese niñito Jesús que llega cada año acepte nuestro hogar y nuestro corazón como su casa… de lo contrario se perdería el verdadero sentido de la Navidad.
chelogdelcastillo@hotmail.com